Card draw simulator
| Derived from | ||||
|---|---|---|---|---|
| Roland Banks - Structure Deck Series ( Dunwich Legacy ) | 502 | 392 | 17 | 1.0 |
| Inspiration for |
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| None yet |
Duetas · 1
La noche pesaba sobre Arkham como una manta húmeda cuando Roland Banks empujó la puerta del viejo almacén del muelle. El olor a moho, sal y secretos callados impregnaba el aire. Encendió su Linterna, rebajando las sombras como quien levanta el velo de un misterio, y avanzó con el Machete listo para cortar problemas antes de que crecieran.
A su lado caminaba la Estudiante de Bellas Artes, joven, decidida y bastante más valiente de lo que Roland consideraba razonable. Ella decía que necesitaba ver los símbolos del culto para descifrarlos. Roland, por su parte, no sabía si aceptó su compañía por utilidad o por la forma en que ella le había sostenido la mirada cuando insistió en venir. El Perro guardián, ajeno a todo, olfateaba la oscuridad con un gruñido profundo.
Un ruido húmedo crujió a su espalda. La criatura surgida del suelo era pura rabia y vísceras. El perro saltó primero, recibió un zarpazo, devolvió otro, y Roland remató con un tajo limpio de su machete. Una pista más apareció en su mente, como si el cadáver susurrara. La Estudiante dio un respingo, pero enseguida se acercó al cuerpo deformado, observándolo demasiado cerca para el gusto del agente.
—No deberías mirar eso así —gruñó Roland.
—No debería hacer muchas cosas, agente Banks —respondió ella con una media sonrisa casi desafiante.
Él desvió la mirada. No necesitaba distracciones.
Un sectario armado apareció al fondo del pasillo. Roland desenfundó su .38 Especial, disparó una vez y el hombre cayó. Pero cuando una criatura mayor, de pecho ancho y ojos de tiburón, emergió entre cajas, Roland abrió su bolsa con la fría rapidez de quien está Preparado para lo peor y sacó la Automática del .45.
Disparos precisos. La criatura cayó. La Estudiante se acercó, tocándole el brazo brevemente. —Siempre sabes qué arma usar, ¿eh? Roland tragó saliva. —Es parte del trabajo. —Me siento más segura contigo —susurró ella. Él no respondió. No podía.
El Perro guardián gimió. Estaba herido, igual que Roland. El agente sacó Primeros auxilios, curó al animal y luego se vendó el costado. La Estudiante se arrodilló a su lado, más cerca de lo necesario.
—Déjame ayudarte —dijo, tocándole el vendaje. Roland sintió, por un instante, que el mundo dejaba de crujir. —Estoy bien —mintió.
Más sombras. Más enemigos.
—Si sangra… podemos matarlo —murmuró Roland. Ella rió suave.
Cuando tres cultistas cargaron hacia ellos, Roland lanzó su Explosión de dinamita. El estallido iluminó sus rostros un segundo: él tensó, ella impresionada, y por un momento los dos se miraron como si el resto del mundo estuviera a kilómetros.
Entre el humo, Roland vio una puerta oculta. Una intuición punzante, una corazonada, lo empujó hasta ella. Allí encontró un libro ritual. La Estudiante lo tomó de sus manos con dedos temblorosos pero firmes.
—Sabía que no venía en vano —dijo. Y por la forma en que lo miró, Roland sintió que no hablaba solo del caso.
Un rugido surgió detrás. Roland rodó usando un Atajo, evitó un golpe gracias a Esquivar, y acabó de pie, apuntando. La criatura bramó. Las paredes temblaron con un poder que intentaba quebrarle la mente. Roland reunió toda su Agallas, dejó que un Coraje inesperado lo reforzara por dentro, y usó su Mente inquisitiva para comprender lo que el enemigo recitaba.
—No lo dejarás entrar —susurró la Estudiante desde detrás, tan cerca que él podía oír su respiración. —Ni hoy ni nunca —respondió él.
Se lanzó hacia el sectario y le asestó un Golpe brutal, seco, contundente. El enemigo cayó sin remedio.
En los restos del almacén, Roland encontró un Alijo de emergencia. Guardó el dinero. El perro se acercó a la Estudiante, y ella le acarició la cabeza mientras miraba a Roland con una mezcla peligrosa de alivio y admiración.
—¿Y ahora qué? —preguntó ella. Roland apagó su linterna. —Ahora salimos de aquí. Aún queda mucho por investigar.
Ella caminó a su lado, muy cerca. El perro gruñó hacia los muelles. Una sombra se movió entre cajas. La Estudiante se pegó un poco más a él. Roland se ajustó su gabardina.
—Quédate cerca —dijo. Ella sonrió, con ojos que parecían brillar más que la linterna. —Eso pensaba hacer.
Y juntos, guiados por un perro fiel y un arma cargada, se adentraron en la oscuridad de Arkham, sabiendo que la noche aún no había dicho su última palabra.
La ciudad no iba a salvarse sola.